lunes, 2 de noviembre de 2009

HAY QUE HACER CAMBIOS URGENTES


Hace siete décadas y tres años, nuestro País se vio sumido en el peor episodio que ha podido ver una nación. Hace setenta y tres años España sufrió la mayor crisis de su historia, declarándose una guerra fraticida.

Gracias a la historia y a la evolución del tiempo , muchos jóvenes no recuerdan sucesos tan sangrientos y crueles como hermanos asesinando a otros hermanos. Ni siquiera saben que una nación como la nuestra  cercana a presidir Europa, fue completamente destruida.

Las ideologías de aquellos tiempos han desaparecido, por mucho que algunos se empeñen en seguir manteniendo su recuerdo para hacer uso interesado y partidista de la peor pesadilla que ha vivido esta País.  

Estamos en un tiempo peligroso, ya que la libertad se está convirtiendo en libertinaje. Donde lo bueno de unos se utiliza como arma arrojadiza por lo otros. Donde la profunda crisis económica, se está convirtiendo en light ante la grave crisis de valores que vivimos. Un tiempo donde la corrupción estamental  se ha convertido en nuestro pan de cada día. Vivimos una época mezquina de divisiones y divergencias continuas.

Una era donde incluso nos sentimos amordazados a la hora de sentirnos orgullosos de nuestras creencias, de sentirnos españoles, de ser católicos, de ser ateos, agnósticos o cualquier otro tipo de creencias, sobre las cuales en su día basamos la paz de España, nuestra Constitución.

Cuando veo como entramos en esta debacle social y cultural, empiezo a preguntarme cual será nuestro futuro si seguimos por este camino, pero lo que no me cabe ninguna duda es que no será nada esperanzador.

Tenemos una Constitución sobre la cual todas las creencias de este País, forjaron sus doctrinas. Sin embargo existe un debate social importante sobre la necesidad de su reforma. Como todo en la vida, nuestra carta magna a mi entender a de ser profundamente reformada. Adecuada al momento social y actual que vivimos. Pero debe ser perfeccionada sobre el consenso. Debemos dejar a un lado las guerras políticas y atajar sin miedo la renovación de la misma.

A menudo escucho como políticos de diferente signo, se amparan en una supuesta pérdida de libertades, la necesidad de dotar a este País de leyes más duras. Es obvio la necesidad y la demanda social de las mismas. Incluso he llegado a escuchar a políticos de mi generación, como intentaban establecer una similitud, entre dicha petición colectiva y el retorno a ideas de la guerra civil como argumentos para anular dichas demandas.

Me sorprende como algunos siguen utilizando argumentos tan anacrónicos, para no perder políticamente a un sector de la sociedad, permitiéndose sin embargo acreditarse públicamente como los valedores  de los derechos sociales y presentando graves recortes sociales por otro lado. Es vergonzoso en una situación por la que atravesamos, que se sigan utilizando este tipo de picardías políticas.

Este País necesita que de una vez por todas se tomen medidas que contribuyan a un gran pacto social, donde los sindicatos dejen de dedicarse a la política y se dediquen únicamente a la defensa de los trabajadores. Y se hace imprescindible que se acometan cambios sin miedo a la pérdida de votos de unos u otros. Se debe llevar de una vez por todas a nuestro parlamento la urgente necesidad de una profunda modificación del Código Penal, que deje de proteger al delincuente frente al ciudadano de Ley.

Como se dijo una vez en uno de los mejores discursos que ha tenido la historia mundial “Cualquier nación así concebida y así consagrada, puede perdurar en el tiempo”.Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a consagrar una porción de ese campo como último lugar de descanso para aquellos que dieron aquí sus vidas para que esta nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto y apropiado que hagamos tal cosa. Pero, en un sentido más amplio, nosotros no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres, vivos y muertos, que lucharon aquí lo han consagrado ya muy por encima de nuestro pobre poder de añadir o restarle algo. El mundo apenas advertirá y no recordará por mucho tiempo lo que aquí decimos, pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron aquí. Somos, más bien, nosotros, los vivos, los que debemos consagrarnos aquí a la tarea inconclusa que, aquellos que aquí lucharon, hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien los vivos los que debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que, de estos muertos a los que honramos, tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron hasta la última medida completa de celo. Que resolvamos aquí, firmemente, que estos muertos no habrán dado su vida en vano. Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra.

Me gustaría acabar con estas palabras “el Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, algo que nuestros dirigentes han olvidado, debe ser retomado de nuevo y reformar cuanto sea necesario y retomar en su memoria que simplemente son los representantes del pueblo.

Un saludo a todos

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