martes, 26 de mayo de 2009

El conservadurismo es causa de desprestigio




Ello ocurre porque el lider de las asociaciones por auto conciencia o por intuición- percibe un deterioro direccional y funcional de su función. Básicamente por incapacidad o limitaciones para readecuar su instrumental cognitivo y práctico a las exigencias de la guardia civil contemporánea, que en los acontecimientos recientes ha vivido, con celeridad inédita, aunque no tanto como se esperaba transformaciones radicales que, además, desencadenan incesantes procesos de más y más transformaciones.



La subestructura asociativa y el modelo antiguo de asociacionismo cultural, o de feudos, cuasi familiares se ha erigido en una de las instancias dirigentes más rezagadas, más conservadoras. Ese conservadurismo es el que le impide u obstaculiza reconocer los cambios e insertarse orgánicamente en ellos. Y es esa inorganicidad, esa falta de armonía con los fenómenos modernos y con la modernidad la razón esencial de su desprestigio y su nula efectividad.



En otras palabras, no puede sino más que desprestigiarse una subestructura que no entiende de aquello que se supone debe identificar en sus problemáticas y conflictividades para orientarlo y conducirlo. Los fenómenos modernos, sus dinámicas, sus contradicciones, sus propios procesos de crecimiento y modernización, se les han escapado de las manos. El sistema asociacionista cultural antiguo hoy es más un objeto que un sujeto de la modernidad. Y eso es resultado de su resistencia al cambio en su internalidad. Frente a los estremecimientos y colapsos, frente al rápido y continuo reemplazo de lo viejo por lo nuevo que acompaña a la modernidad, el sistema asociacionista se auto recetó -para su ser íntimo, para su autodefensa- conservadurismo, a costa de perder parte de su esencialidad y funcionalidad y de ganar desprestigio.



El conservadurismo alude a cuestiones de fondo y no sólo de formas o de estilos. Hace referencia a instrumental analítico, a cosmovisiones, a énfasis programáticos y temáticos, a proyectos históricos, etc. Por lo mismo, las innovaciones asociativas en cuanto a formas y estilos son engañosas. En su mayoría, no provienen de la sustancia y de la lógica actual asociativa, sino de la imitación de formas y estilos de otras subestructuras exitosas las cuales están todavía en proceso de modernización, pero que han sufrido grandes cambios y han sabido adaptarse correctamente a los procesos de innovación y modernización.



De las incertidumbres propias de la modernidad es de lo que pareciera no quieren saber nada algunos lideres asociativos. De ahí su apatía hacia la reflexión crítica. Y no quieren saber nada, los unos, porque el “modelo” es la única propiedad intelectual que poseen y los otros porque no sabrían que hacer-al menos mientras gobiernen- sin el “modelo”.



De acuerdo a lo analizado se deduce que no es tarea fácil lograr que las asociaciones y los guardias civiles “no afiliados” superen los prejuicios con los que evalúan y califican el asociacionismo. Y no lo es, principalmente, porque las propias asociaciones están errando los caminos y resisten porfiadamente a las presiones que la modernidad ejerce en aras de radicales readecuaciones de su actividad. Sin embargo, plantearse esa tarea es una demanda de proporciones históricas, porque, en el fondo, el desprestigio del asociacionismo tiene que ver con un desconcierto colectivo frente a la modernidad y con una pérdida de marcos orientadores para los guardias civiles, uno de los cuales debiera ser el trabajo institucionalizador y de solución de conflictos. En definitiva, que entre asociacionismo y guardia civil, que entre los políticos, instituciones Gubernamentales y las asociaciones se establezcan relaciones de respeto y confianza es un objetivo que forma parte de un proceso más amplio y superior de trabajo para la consecución de la dignidad laboral y económica de los guardias civiles. Naciones como la nuestra se enfrentan a un dilema dramático: vivir la modernidad globalizada o ser vivida por ella. Apropiarse racional y socialmente de lo moderno depende de la calidad del asociacionismo y de su legitimidad social. Sin ello, el futuro estará a merced de un creciente azar.

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