miércoles, 18 de septiembre de 2013

Tramas de Poder (El comienzo)

Como lo prometido es deuda, voy a dedicar mis próximas entradas a unos pequeños relatos breves, ficticios (por supuesto), donde cualquier parecido con la realidad será una simple coincidencia. Si algun@ se da por aludid@ será simplemente su problema. los escenarios, personajes e historias simplemente pasan por la imaginación de este humilde autor, cuyas ideas posiblemente acaben siendo plasmadas en un libro.

El lugar donde se desarrollen dichas historias, y en honor a la ciudad donde vivo, y al más insigne autor que ha conocido la literatura, será Alcalá de Henares. Por ello empezaré diciendo: en un lugar complutense, cuyo nombre recuerdo perfectamente, vivía un aprendiz de todo y un maestro de nada, cuya situación privilegiada le permitía expresar "su" verdad en todo  momento, sin la necesidad de debitos, ni agradecimientos a nadie.

Nuestro personaje pudiera ser un pseudo-joven, curtido en mil batallas, cuyos molinos de viento serían ideales utópicos en una sociedad corrompida, su escudero quizá fuese el mismo, ya que siempre fue más partidario de estar en segundo plano, aunque las circunstancias de la vida le llevasen siempre a todo lo contrario. Su dulcinea quizá y por variar un poco el insigne relato, pudiera ser un hombre, al cual tuviera idealizado, al pensar que se trataba quizá de alguien, con verdaderos principios, y que podría ser el que llevase esos ideales que tanto perseguía, tan poéticos en la mayoría de las ocasiones, adelante.

Las circunstancias de la vida de nuestro ficticio personaje, le habían hecho pasar por situaciones que muchos ni siquiera pudieran imaginar. Aunque quizá este era el momento, su momento. Retirado ya del bacanal ruido y de la lucha activa, ahora se podía permitir el lujo que muchos siempre han soñado. Podía ser el mismo, sin tapujos, sin rentas por favores, sin deudas pendientes. Por todos estos motivos y porque creyó encontrar su idealizada Dulcinea, entendió que era el momento de emprender el camino, y derribar  los arcaicos molinos que hacían sucumbir su ciudad, para llevar de nuevo el esplendor a su tierra, el cual nunca debía haber perdido.

Sin embargo, a pesar de ello, pronto los hechos fueron desarrollándose de una manera extraña, así como los acontecimientos y sus respectivos momentos, además de ir apareciendo personajes; pero eso será en mi próximo relato...

Hoy me quedo con este momento del Quijote:

-¡Ay! -respondió Sancho, llorando-: no se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire no sea perezoso, sino levántese desa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada, que no haya más que ver. Si es que se muere de pesar de verse vencido, écheme a mí la culpa, diciendo que por haber yo cinchado mal a Rocinante le derribaron; cuanto más, que vuestra merced habrá visto en sus libros de caballerías ser cosa ordinaria derribarse unos caballeros a otros, y el que es vencido hoy ser vencedor mañana.


No hay comentarios: