jueves, 7 de julio de 2011
A nuestras Nuevas Generaciones
En el mundo de la política se han experimentado grandes cambios en apenas un siglo, pasando por diferentes transiciones. Desde el movimiento del 68 (año en el que yo nací, quizá por eso mi “ardor guerrero”), hasta la desidia por el actual mundo político en el que nos hemos estado moviendo últimamente.
En los últimos años, no hemos hecho nada más que dirigir palabras orientadoras de aviso, de exhortación y dirección a los jóvenes, sobre diferentes valores de la educación y con la insistencia oportuna e importuna que, inculcada por el mundo político, requiere el oficio de dirigir a la ciudadanía. Un mundo político que en sus últimas décadas, no ha hecho más que dar ejemplo de corrupción, intereses personales y desidia por la ciudadanía. Sin embargo no hemos sido capaces de escuchar lo que las Nuevas generaciones nos exigen.
No hacemos más que solicitar de nuestras Nuevas Generaciones, que trabajen, luchen y sufran por unos ideales que en la mayoría de los casos somos incapaces de inculcar. E incluso en la mayoría de los casos incurrimos en insistencias exigidas por estos nuestros tiempos, en los cuales, por desgracia, se deplora una ausencia tan extraordinaria de claros y sanos principios, aun en los problemas más fundamentales.
Pero la misma situación general de nuestra época, la agitada controversia actual sobre los problemas a los que nos ha llevado nuestro actual Gobierno, y la ineficacia de su gestión, y el consiguiente deseo que nos ha sido manifestado, una y otra vez a los mayores, con filial confianza por muchos de vosotros, nos deberían mover a tratar de nuevo y a fondo este tema, no ya para recorrerlo en toda su inagotable amplitud, sino para resumir al menos los principios supremos, iluminar sus principales conclusiones e indicar sus aplicaciones prácticas. Este debería de ser uno de los objetivos básicos en todo partido, escuchar y digo bien, escuchar, a sus jóvenes.
El sistema de organización de cualquier movimiento social, debe impulsar de una manera fervorosa, los medios y acciones que sean necesarios para capacitar a la nuevas generaciones a que logren la ansiada meta de ver sus objetivos satisfechos.
Sin embargo, muchos de nuestro contemporáneos, insistiendo excesivamente en la recreación de sus propios objetivos personales, pretenden extraer esa perfección de la mera dedicación altruista juvenil y nutrirse únicamente de la fuerzas de ésta. Este método es equivocado, porque, en vez de dirigir la mirada a los objetivos comunes de todos, les hacen replegarse y apoyarse sobre sí mismos, adhiriéndose exclusivamente a los conceptos de amistad; y así quedan expuestos a una incesante y continua fluctuación mientras no dirijan su mente y su conducta a la única meta que debe ser el bien de cualquier partido.
5. Es, por tanto, de la mayor importancia no errar en materia de Nuevas generaciones en cualquier movimiento, de la misma manera que es de la mayor trascendencia no errar en la dirección personal hacia el fin último, con el cual está íntima y necesariamente ligada toda la obra de cualquier ente social. Lo cual demuestra la importancia suprema de la conservación y apoyo de las bases jóvenes, no solamente para los individuos, sino también cualquier colectivo y para toda la sociedad humana ya que la perfección de esta sociedad es resultado necesario de la perfección de los miembros que la componen.
Y ¿Quién mejor que aquellos que todavía no han sido maleados?.
La primera, la más poderosa y la más duradera dirección de la vida, según la conocida sentencia del Sabio: Instruye al niño en su camino, que aun de viejo no se apartará de él (Prov 22,6). Pero no hay palabra que revele con tanta claridad la grandeza y la belleza como la profunda expresión de amor con que Jesús, identificándose con los niños, declara: Quien recibe a uno de estos niños en mi nombre, a mí me recibe (Mc 9,36).
Por ello, demos una palanca a los jóvenes y serán capaces de mover el mundo.
A nuestras Nuevas Generaciones
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